Hablar de Remelluri es hablar de una de las bodegas icónicas de Rioja Alavesa. El origen de esta bodega se pierde en la noche de los tiempos y data por allá del siglo X. Posteriormente, los monjes jerónimos se asientan en estas tierras creando una granja, a los pies del Toloño, donde trabajan sus cultivos protegidos de: vientos, lluvias y heladas, por esa barrera natural que es la Sierra de Cantabria. Una vez hecha un poco de historia, hay que decir que detrás de esta bodega se encuentra Telmo Rogríguez, incansable enológo, que con estos vinos quiere tributar un homenaje a las familias que históricamente suministran uva a la bodega. Las parcelas que lindan con la propiedad de la finca de Remelluri pertenecen a dos de los municipios vinícolas por excelencia: Labastida y San Vicente de la Sonsierra. Ensamblados con las mismas variedades de uva: tempranillo, garnacha y graciano y que permanecen el mismo tiempo en barrica de roble francés, aproximádamente 10 meses. Viñedos de Labastida tiene un color cereza con borde granate, el otro con ribete violáceo. El primero es fruta roja y el segundo fruta negra. Labastida tiene más notas florales y el de San Vicente más recuerdos a regaliz. Ambos poseen un cierto punto goloso y balsámico, son equilibrados. El de San Vicente deja un fino amargor final. Labastida es redondo. San Vicente es más riojano. Ambos grandes vinos. Muestra de cómo el terroir influye en el resultado final de un vino. Difícil decisión.
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