Ya he hablado en anteriores ocasiones sobre
esta joven y prometedora bodega riojana. De tradición bodeguera, el espíritu de
este proyecto nace del hermano del actual gerente (o como a él le gusta que le
digan, viticultor metido a gerente), pero un trágico accidente hace que Juan
Bautista coja las riendas del negocio. Junto con su pareja, Ana Fernández,
hacen un tandem perfecto para lograr el objetivo de que el vino vuelva a ser
consumido por el público joven. Gracias a la inquietud de Juan por explorar
nuevas técnicas, materiales, variedades y al trabajo lúdico en bodega, nacen lo
que denominan “Experiencias”. Se trata de ofrecer, cada año, un vino único,
diferente y exclusivo. Es como si se tratase de un departamento de I+D+i. En la
número 1, nos presentaron un monovarietal de garnacha cultivada en altura. La
segunda, un monovarietal de graciano. La tercera o duelo de robles, de cómo un
monovarietal de tempranillo se comporta de distinta forma si se cría en barrica
de roble francés o americano. En esta, su Experiencia 4, nos muestran un vino
elaborado 100% con tempranillo pero criado durante 20 meses en barricas de
castaño, material empleado antiguamente y que está siendo recuperado por jóvenes
viticultores. Si en la anterior experiencia ya se podía distinguir el uso de barricas
de roble de diferentes procedencias (francés vs americano), en esta ocasión nos
sorprenden los matices que el castaño aporta al vino. Un vino con más carga
frutal y que hace que este material aporte otros sabores al tempranillo, distintos
a lo que estamos acostumbrados. De color cereza, ribete violáceo. Aroma a fruta
negra, arándanos, frutillos del bosque, floral de violetas, punto mentolado,
fresco, frutal. En boca es frutoso, sabroso, fresco, equilibrado. Fino amargor.
Largo. Fácil de beber. Extraordinario.
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